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Los Rondeles

Los Rondeles

Fecha: La noche del día 12 de diciembre de cada año.

  • Rondeles

La Fiesta de la Virgen de los Rondeles, fue declarada a finales del año 2001 Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía. Esa noche, víspera de Santa Lucía (13 de diciembre), el fuego adquiere un protagonismo muy especial, iluminando el recorrido de una procesión que hunde sus raíces en las brumas del tiempo.

El nombre de esta mártir cristiana, muy celebrada en Suecia, está relacionado con la palabra latina lucem, que significa luz, y Lucía significa luminosa, llena de luz, motivo por el cual en algunos sitios se la representa con una lámpara de aceite encendida en la mano. Desde la Edad media es invocada como patrona de la vista, ya sea para curar enfermedades de los ojos o para curar la ceguera espiritual.

Son muchas -y muy variadas- las teorías que intentan explicar este fenómeno. Lo que sí esta fuera de toda duda es que desde principios del siglo XVIII el colectivo formado por los molineros de aceite llevaba en procesión sus capachos de esparto ardiendo, en un sencillo acto de acción de gracias por la cosecha a la Divina Pastora. Al principio los rondeles iban desplegados, siendo su combustión mucho más rápida, este fue el motivo por el que en 1974 se adoptó la costumbre de llevarlos enrollados, para así poder garantizar su duración.

Después de la Guerra Civil la Fiesta no se celebró durante algunos años, siendo uno de los motivos el que -según alguno de sus detractores- tuviese un carácter más pagano que cristiano por el hecho de que en la forma antigua de celebrarlo participasen mujeres que, como los hombres, también eran portadoras de rondeles. La celebración resurgió nuevamente, aunque con modificaciones sustanciales, en la década de 1970.

Es a partir de esta época cuando va tomando cuerpo la idea de crear una asociación que no solamente mantuviera viva la tradición sino que al mismo tiempo preparara, coordinara y organizara cada año la celebración. Finalmente, en 1993, se crea la Asociación Amigos de los Rondeles, y algunos años más tarde, concretamente en 1999, la asociación y la corporación municipal llegaron a un acuerdo que posibilitó la restauración de la Ermita de la Veracruz, sede de la Virgen de la Pastora desde el año 2000.

Los actos comienzan alrededor de las 10 de la noche, con la bendición del fuego que ha de encender los capachos impregnados en aceite.

En una sociedad básicamente rural como la nuestra la participación de la Iglesia ha consistido en cristianizar antiguos ritos paganos de transición (solsticios de verano e invierno) En el caso concreto de los Rondeles pasamos de un tiempo denso (recogida de la cosecha) a otro más lento y suave en las tareas agrícolas (el abonado de la tierra, la ara y la tala).

En este sentido el Cristianismo ha adoptado una serie de elementos ya de por sí muy antiguos, institucionalizando mediante el uso de imágenes y advocaciones diversas algo tan natural y primitivo como es el deseo del hombre de estar en armonía con la madre naturaleza, en la que vive y de la que depende.

Es entonces cuando el numeroso grupo de rondeleros inicia una andadura que, desde la pequeña plaza que se encuentra junto a la Ermita de la Veracruz -edificada sobre el solar de una antigua mezquita-, asciende hasta la parte más alta del pueblo, lugar en el que se ubica la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol.

La luz producida por los portadores de los capachos ilumina un trayecto que discurre a través de calles estrechas y empinadas, herencia de lo que fue la ciudad islámica. La mezcla de elementos tan diversos como el fuego, el humo de la combustión, el olor a aceite y el sonido de instrumentos tan peculiares como las castañuelas moriscas contribuye a crear una atmósfera irreal en la que las llamas proyectan sombras fantasmagóricas sobre las fachadas de los edificios que jalonan el recorrido de esta singular procesión.

Esta faceta estética sirve para desarrollar las emociones individuales y colectivas porque hace que el individuo utilice todos sus sentidos y, a través de esa utilización, se integre de forma plena en la Fiesta, bien formando parte de la procesión o integrado en el numeroso público que asiste al evento.

Este fuego ilumina y purifica el camino de la Pastora, una advocación de la Virgen María. En el año 1703 Isidoro de Sevilla -un sacerdote capuchino de profunda devoción mariana- concibió, mediante una revelación o un sueño, la imagen de la Divina Pastora. El Padre le hizo al artista Miguel Alonso de Tovar, miembro de la Escuela Pictórica Sevillana, la siguiente descripción: “En el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen Santísima sentada en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura.

La túnica roja, pero cubierto el busto hasta las rodillas de blanco pellico ceñido a la cintura. Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el entorno de su cuerpo, y hacia el derecho en las espaldas llevará el sombrero pastoril, y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá al Niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo. Algunas ovejas rodearán la Virgen, formando su rebaño, y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave maría con que la veneran...”

La talla que se encuentra en Casarabonela, inspirada en la hermosa imagen de la Divina Pastora de Capuchinos de Málaga, fue bendecida por el Vicario de la zona el día 11 de diciembre de 1999 con el nombre de María Santísima “Virgen de los Rondeles”, saliendo por primera vez en procesión al día siguiente, 12 de diciembre.

                                                             

El Caño Álora, que recibe este nombre por estar situado junto al lugar en el que se encontraba una de las puertas del recinto amurallado de la antigua ciudad islámica, es parada obligada cuando el rondelero se ve en la necesidad de reducir la llama de su rondel, dato muy significativo ya que, en la celebración antigua, este caño junto con el de la Plaza eran los dos únicos puntos en los que se podía aflojar la llama sin que ello conllevase penalización para el portador del capacho. Hemos de tener presente que antes se organizaba un certamen y se premiaba con arrobas de aceite a los cuatro rondeleros que más tiempo hubiesen aguantado con su primer rondel.

Es ya cerca de la medianoche cuando el cortejo formado por los rondeleros, la pastoral, la imagen y el numeroso grupo de asistentes culmina su recorrido junto a la que fue antigua mezquita mayor o mezquita del viernes, hoy Iglesia de Santiago. Los rondeleros aguardan junto a la puerta del templo hasta que la Virgen hace su entrada en el edificio, lugar en el que permanecerá durante algunos días. Una salve en su honor cerrará los actos de carácter religioso. El caño que se encuentra detrás de la Parroquia, junto a la calle Castillo, es el destino final para el fuego que todavía consume el esparto empapado en aceite.

Pero no acaba aquí la Fiesta, ahora todos los participantes se dirigen a la Plaza de Casarabonela, un espacio abierto fruto de la concepción urbanística propia de las ciudades del Renacimiento. En este marco incomparable los actos religiosos dan paso a otros de carácter lúdico y festivo que se prolongarán hasta altas horas de la madrugada. No debemos considerar la función lúdica como algo secundario ya que, a través de ella y a pesar de que se tiende a una reglamentación, el individuo libera energías.

Esta actitud puramente festiva también parece tener su explicación. Su origen puede proceder no de la mera licencia de los participantes sino de la idea rudimentaria de que estas concentraciones que se prolongan hasta el amanecer están justificadas e incluso son necesarias porque se cree que existe un lazo misterioso que liga la vida de los hombres a los movimientos celestes en los puntos críticos del año, durante los solsticios.

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Para combatir el frío no hay nada mejor que un buen fuego, verdadero protagonista del evento. Una buena taza de chocolate, rebanadas de pan con aceite y ajo -“los tostones”- y, sobre todo, los buñuelos de viento, el producto morisco por excelencia, harán las delicias de vecinos y visitantes que, reunidos junto a una enorme fogata, compartirán los momentos finales de una Fiesta que debe ser entendida como una experiencia única e irrepetible presidida por un espíritu de fraternidad y sincera amistad entre todos.

Vemos como, llegados a este punto, no podemos contemplar la Fiesta de los Rondeles como un mero fenómeno pintoresco, como algo superfluo o carente de valor, sino como un hecho cultural y social muy complejo que forma parte y conforma la identidad de los vecinos de Casarabonela.

Web: losrondeles.com/

                                                                                         Asociación Amigos de los Rondeles