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Ruta de los Caños

Ruta de los Caños

Casarabonela, como tantas otras villas de Al Andalus, vivió la crisis del final del imperio hispano romano. Así, al llegar los musulmanes encontraron una buena dotación de canalizaciones, pero con notables destrucciones y deterioros. Sobre estas ruinas, fueron levantando los árabes infraestructura nueva, respetando lo útil y aportando la definitiva configuración de la ciudad hispano musulmana.
En la morfología de la ciudad había fuentes públicas (sabbala), adosadas a los muros de las casas y decoradas con vistosos azulejos polícromos, que proporcionaban agua a los cansados viandantes para beber o para sus abluciones. Proveían también a las mujeres y a la gente más humilde que no disponían de ella en sus casas. Estas fuentes se localizaban cerca de la mezquita o de la madraza, y en las puertas de acceso a la ciudad, donde llegaba el viajero. Estos caños, representativos de la cultura del agua andalusí, se han convertido en una de las señas de identidad de Casarabonela, tan rica en buen agua. Su abundancia ha permitido los cultivos de regadío, cuyo verdor rodea al pueblo, ha movido los molinos que antiguamente salpicaban el mapa urbano, e incluso llegó a producir energía para una pequeña central eléctrica de la que aún se conserva la torre. Y, por supuesto, para saciar la sed de vecinos, viajeros y visitantes.

Caños y fuentes


Una de las descripciones más curiosas y acertada sobre el agua de Casarabonela la encontramos en el libro “Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón”, del escritor Vicente Espinel, quién pernoctó en el pueblo cuando en el verano de 1572 iba camino de Ronda:
“…Aquella noche descansé en un pueblo que está cerca del camino que llaman Casarabonela, abundantísimo de naranjas y limones, con muchas aguas y frescuras, aunque al pie de muy altas peñas.
Por la mañana tomé el camino por entre aquellas asperezas de riscos y árboles muy espesos, donde vi una extrañeza entre muchas que hay en todo aquel distrito, que, nacía de una peña un gran caño de agua, que salía con mucha furia hacia afuera, como si fuera hecho a mano, mirando al oriente, muy templada, más caliente que fría, y en volviendo la punta del peñasco salía otro caño correspondiente a éste, muy helado, que miraba al poniente; en lo primero el romero florido, y a dos pasos aun sin hojas, y todo cuanto hay por ahí es de esta manera. Unas zarzas sin hojas, y otras con moras verdes, y poco adelante con moras negras. Todo cuanto mira a Málaga muy de primavera, y cuanto mira a Ronda muy de invierno, y así es todo el camino. Por entre aquellos árboles muy lleno el camino de manantiales y aguas, que se despeñan de aquellas altísimas breñas y sierras, por entre muy espesas encinas, lentiscos y robles; y como solo imaginando en las extrañas cosas que la naturaleza cría, cuando sin pensar di … en un arroyo que llaman de las Doncellas…”
Otra descripción la hizo el marqués Astolphe Custine, escritor francés, viajando por España en 1831:
“…El pequeño pueblo de Casarabonela está encerrado en un jardín encantado. Aquí encontramos un nuevo ejemplo de las maravillas de este arte de la irrigación que los españoles aprendieron de los moros, y que quedó entre los andaluces con un punto de perfección desconocido en otros lugares. Las aguas de la montaña, de la que el pueblo, tan adherido a las rocas que la sostienen, se puede decir que también es parte, alimentan varios pisos de arboledas plantadas una encima de otra…”

                                          Caños y fuentes

En la actualidad se han recuperado emplazamientos originales y se han adornado con representaciones realizadas en azulejos pintados por un taller de cerámica artística local, alusivas a diversos aspectos relacionados con la historia y con los usos, tradiciones y costumbres locales -la Reconquista, la presencia árabe, las faenas agrícolas y algunos lugares de interés natural


                          Caños y fuentes